Entre luz y sombra, un hilo se desliza, tejiendo silencios, que el alma matiza. Un fulgor dorado, un rincón oscuro, la hebra persiste, un sendero puro. A veces el sol, en caricia tibia, desvela la forma, la curva que vibra. Las manos que aferran, la risa que escapa, un lienzo de dicha, que el tiempo no atrapa. Luego, la penumbra, misterio que esconde, la fuerza que aprieta, el nudo que responde. Un gesto callado, el reflejo ausente, buscando en lo incierto, la luz que se siente. Es danza constante, de dos opuestos, en cada reflejo, en cada pretexto. El hilo que une, tenaz y sutil, la calma del día, la noche febril. Nos guía la hebra por sendas complejas, entre lo que vemos, y las sombras viejas. Un puente invisible, que el ser va creando, la vida es ese hilo, que estamos tejiendo.
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